ADOCTRINAR XXXIV

Entre tramo y tramo de la escalera que mi amigo P va desplegando en el juego hallo yo un rellano en el que puedo cotejar, barajar, considerar, recopilar o reorganizar mis cartas.

Hemos acordado una totalidad provisional a efectos del concepto con el que, dado el abuso verborreico que de manera tan interesada ronda por ahí, queremos atinar aunque solo sea de manera suficiente. Y si ello se lograre entonces que este concepto nos resultase más bien eficiente correría a cargo de la libertad de cada quien, aunque solo fuese para posibilitar la inquietud de querer separar, para el personal concepto de Adoctrinar y su aplicación, el nutricio grano de la paja inculcada (a veces incendiaría, otras haciendo famélica la dignidad de uno).

La totalidad convenida es esa conjunción de medios y fines, que entre unos y otros, incluidos ambos, estos, medios y fines, abarcan cuanto podamos ser cada uno de nosotros que, sin dejar de ser cada cual lo que quiera y pueda, al mismo tiempo tampoco nada seríamos sin medio alguno en y con que sostenernos, sustentarnos, crecer, desarrollarnos, mejorar y progresar (esa objetividad para nada dependiente de nosotros). Manipulado es quien tiene tergiversada y tergiversa la polaridad en esa totalidad, atribuyendo vitalmente al fin que él mismo es no más ni otra cosa que ser, él mismo, mero medio o casi. El manipulador es quien emplea en detrimento de si y de otros casi toda su vida en esa contralabor de tergiversación.

No se puede ser manipulador sin ser al tiempo un manipulado ya bien formado como tal. De ése su estado vital de deformación fundamental y creciente extrae toda su energía y materia prima, básicamente falsedades, oquedades , tenidas y sentidas como verdades firmemente creídas (“convicciones”) como tales por el mismo artífice ejecutante de las mismas ya en el exterior de sí, en el mundo objetivo; fuera de sí, ya operando, para su contralabor ingente o nimia, pero siempre persistente, contumaz, mostrando firmeza y gran seguridad no menos que sagacidad en su invariable sí mismo. Hecho no de otra cosa que de piezas a su vez hechas por las circunstancias o por jefaturas de procedencia instintiva propia y ajena; pero nunca por propia generación e intervención. Siempre y a toda costa mermando sin calcular gastos de sufrimiento ajeno, rellenando sus siempre crecientes oquedades con la dependencia, a él, de los demás.

Han de ser innumerables e innombrables no pocos los campos de contra-acción del manipulado-manipulador o manipulador-manipulado. Esa totalidad a la que nos queremos atener tal vez nos permita intuir esbozos categoriales de esa inacción, la del manipulado, respecto al progreso propiamente humano. Un tipo de manipulado (ya no diremos manipulador, que damos por sentado que no puede no serlo, si manipulado) tiende al absoluto desprecio de todo medio vital y instrumental de otros por ser que ello, ese desprecio,sirve única y exclusivamente a él de inmediato y a sus racionalizaciones, que no razones, justificadoras de su comportamiento, ciertamente del todo inoperante para fines exclusivamente humanitarios (podríamos poner ejemplos concretos de mandatarios de ahora mismo o, tal vez, de algún vecino cercano, pero ni tan siquiera hace falta nombrarlos). Éste tipo, es un superconductor de esa descomunal corriente alterna que circula ora por el manipulador ora por el manipulado en un mismo y nocivo curso y recurso alternador y alterador de medios por fines y de fines por medios llamada Manipulación. Los hay así mismo y en esta misma corriente, negadores teórico-prácticos y muy eficientes de toda finalidad que no sea la que cualquier recurso pueda representar, siempre con drástica omisión teórica y exclusión pragmática de todo fin presupuesto incondicionalmente en la dignidad de cada cual, ese valor de y por sí por nada ni nadie conferido, que supone ser y es cada individuo humano. No más que medio es todo y cualquier cosa incluida la humana, se dice sin cesar el tal tipo manipulado. Y siente profunda y superficialmente (con integridad, pues) que el fin, único y exclusivo, no es otro que su misma aspiración siempre inalcanzable y siempre por él absorbida absorbiendo cuanto y a cuantos pilla por su camino. Yo y no otro, soy el fin, se dice y se muestra a ojos vista con todo lujo de detalles. Aspiración ésta que al ser tantos como él no puede sino que generarse una feroz e insensible competitividad por los medios, por los recursos, nunca por el fin que cada cual es y para quienes todo recurso es. Y en fin, también hallaríamos, engrosando esta corriente, a quien enclaustrado lo más posible en sí mismo y junto con otros no menos enclaustrados que él, aunque todos inconexos entre sí, tratase de reducir a la más absoluta invalidez todo recurso externo a él, oprimiendo así sus potencialidades, concretamente las de servirse de cualquier medio acorde para coadyuvar, de ser preciso, al fin de otro; coadyuvar, en caso de necesidad o deterioro, a la dignidad de otro (que ese es justamente el objeto de nuestra finalidad, nuestro fin en sí mismo valioso).

ADOCTRINAR XXXIII

Así desplega P su segundo tramo de Manipular:

La manipulación, toda ella, en lo que sea, no tiene solución de continuidad aunque sí diferenciaciones. Tres, concretamente. Ya hice para que fuera atendida la primera: la manipulación de, y a, uno mismo. La segunda diferenciación es de la que, seguramente, tenemos, cada cual, mayor conocimiento directo y menos dudable. Tal vez mejor sería decir, antes que conocimiento, sentimiento directo. Íntima e inmediatamente directo, sin o con escasa mediación de terceros para su detección. Sentirse manipulado. He aquí nuestro mejor testigo y aliado sentimiento que de manera indirecta nos pone de manifiesto nuestra, la de cada cual, dignidad. En este caso más o menos gravemente lesionada. Pero de todas maneras sentida, sentida, la estima de y a mí, despreciada; más o menos gravemente lastimada. Lastimado, por tanto, yo. Es decir tomado yo como precio aunque sin valor personal humano alguno.

¿Qué es aquí, entre uno y otro, manipulación? Lo que en cualquier otro de sus tramos: la reducción y transfiguración forzada e imposible de cuanto yo soy y pueda ser; pretensión, no pocas veces lograda de alguna manera, de de ser yo transsubstanciado en objeto mercantil o financiador o, mejor y en general, sustentador del otro y siempre a él debido. Cosa fungible por otro usada, íntegra e internamente manoseado, para fines ajenos. Alienado.. Mejor dicho, para sus satisfacciones insaciables. Tendencia al límite de la anulación de uno y, claro, de esa capacidad de formarnos convicciones en primera persona.

Cabe advertir, pero, antes esa tendencia que no su límite que siempre acontece demasiado tarde cerrando el paso a toda otra humanamente valiosa predisposición con sus nuevas posibilidades. Advertimiento que, diría yo, es el firme que sostiene el lugar de nuestro juego.

Así, oportunamente, aproveché el leve silencio del discurrir de P. Silencio que, sin dejar de ser leve nos sumió en la común contemplación de aquel rojizo y lento atardecer. Hurgando, el silencio, más palabras que reflotar en la mar de nuestros pensamientos revueltos, que emergerán, seguramente, meciéndose a la luz de la próxima jornada.

ADOCTRINAR XXXII

Tercer día de primavera por estas latitudes. Treinta y dos jugadas, con lo presente, de nuestra larga partida. Situados sobre el plano, aún por trazar, de Convicción. Concretamente en la zona revertida -según la transparencia de nuestro tablero de juego- de Manipulación. Mi amigo P, contrincante segundo en el juego, inició en la anterior jornada un tramo de palabras, asistidas por su pensamiento, referidas a Manipulación. Escalón inicial de tal tramo: Auto-engaño. Último: Auto-sugestión. Último peldaño ese que yo referiré de manera reflexiva como convencerse. Y tomando el contexto de su decir lo complementaré así: en falso. Convencerse en falso, pues; que parece se acerque mejor a la cara de la cuestión que estamos por pegar nuestros oídos ahora: a Convicción, que puede haberla en falso o no. A las convicciones en falso ya nos hemos acercado algo en las jornadas, salpicadas por sus silencios, anteriores. Esas, las falsas, pueden estar muy bien revestidas de excelsas doctrinas forzadas (en nuestro juego, inculcadas) sutil e internamente mediante precoz y externa no menos que extensa manipulación en sus múltiples y mutantes variantes. Pero pueden también, lo más común, simplemente formar una especie de falso suelo por haber sido aceptadas de manera acrítica, es decir sin la más mínima atención personal en haber sido pensadas y, las falsas convicciones, poder haber sido personalmente rechazadas; y las quedadas en pie por el propio cincelar pensador de cada cual, esas, libremente aceptadas. Falso suelo que al poner el pie sobre alguna oquedad y ceder diremos o dirán “mala suerte” o “cosas del destino” o, lo más corrientemente oído: “así son las cosas, es lo que hay (y no otra cosa puede haber)”.

Atenderemos por si podemos escuchar, en las jugadas que nos quedan, algo de las no falsas convicciones. De esas que nos cabe sean, en primera persona singular y plural, formadas.

ADOCTRINAR XXXI




Inicia jugada mi amigo P:

Considera no ya la manipulación sino mejor su efectivo y potente poder, que puede empezar precisamente por ni tan siquiera ser notado de buenas a primeras. Tiene, si me permites exagerar un poco, su propia endorfina social, la manipulación. Más de mil calmantes, muchos más aunque todos solamente paliativos, nos asisten en este mal estar por decirlo de manera no poco eufemística. El dolor éste, el sufrido por manipulación, puede padecer de sordera profunda. Puede no enterarse uno de manera clara y distinta de ser un manipulado. Sí, algo notamos pero de forma, y sobretodo de fondo, difusa/o.

¿Puede uno manipularse a sí mismo? Sí, claro. El clásico autoengaño, ése de toda la vida, de antaño y de ahora mismo; parece ser que el de siempre. Aunque para el caso de mejora tenemos un ayudante personal e íntimo: sentirse mal sin previo acompañamiento orgánico alguno. Pero claro puede uno sentirse mal por tantas cosas que no sabe, ese mismo, a ciencia cierta a que atribuir tanto mal sentir. Y a menudo en este estado difuso es cogido el atajo: ¿Por qué no autosugestionarse para bien con lo primero que me pase por la cabeza pillado al vuelo? Y zas! Ahí tenemos la bandeja, normalmente con productos de elaboración propia, bien surtida de autoengaños que nos sientan de maravilla. Puede que la materia prima, muy probable, la adquiramos, a buen precio, en ese supermercado llamado sociedad. Puede también, pero, existir un buen repertorio personal al respecto.

Podemos, apreciado contrincante, figurarnos, para la manipulación unos tramos de escalera. Ya he aludido al primer tramo. Yo, reconozco, no he encontrado la manera de saber el peldaño donde estoy. La escalera es mecánica y se mueve sola. Con lo cual quedarse quieto es lo mejor, aunque claro, para ser manipulado. El primer tramo es empezar por uno mismo y ahí ya estamos, según lo dicho por mí, bien servidos, por no decir adoctrinados.

La rapidez mental y unidireccional, los agobios de procedencia más bien externa, al menos en su materialidad, la espectacularidad con que todo ha de ser revestido, esa alergia de enormes sarpullidos según se teme al pensar, el muy purísimo actuar sin parar (en al menos dos sentidos de la palabra actuar), lo “a mi nadie me ha de enseñar nada”… en fin, ya ves, Joan, la pila de cartas que tengo aquí apiladas y que no terminaría de tirar si las fuera enumerando una a una. Todo esto que acabo de decir y todas estas cartas, aquí a mi derecha sobre nuestro cristalino tablero reversible, nos vendrían como miel sobre hojuelas para la elaboración del enlosetado de este nuestro primer tramo en la manipulación, que podemos bautizar con el nombre sustantivo Autoengaño. Término ése ya poco frecuente dado el grado de listeza y superación personal imperante por doquier. No es poco frecuente ni poco abundante que tal tramo se lo salte uno dada nuestra supremacía al uso y en curso. Y al tiempo está ese gran surtido de técnicas, de preferencia las orientales, alternativas de todo tipo… que nos habrán de mejorar no poco en cuasi todo. Tampoco está nada bien visto, actualmente, eso de reconocerse por ver si algo no nos anda bien dado los síntomas poco o nada satisfactorios experimentados, siempre hay que tener al alcance algo, no importa qué, que nos justifique. Y vaya si lo encontramos y con reboce, personalizado en primera persona, de escusa, de mal pagador,.

Así que eso, lo dicho, la vía más socorrida para eso tan poco común llamado autoengaño, es algún tipo de autosugestión hallada o servida, de mil maneras, muchas más.

A pesar que la luz primaveral se alarga nos alcanzan estiradas las primeras sombras del atardecer. P tiene varios tramos, supongo, con que desplegar su escalera peldaño a peldaño. Lo que dejamos para la próxima jornada.

ADOCTRINAR XXX

Dejamos la partida anterior con la inquietud de hallar una totalidad. Una totalidad suficiente. No necesariamente necesaria. Abierta. Que acoja. Que disponga de un máximo de receptividad y no abarque, apretando-inculcando, con un cierre, ni con ningún tipo de cubierta. Que suene en ella las tonalidades de cuanto venimos jugando y de lo que nos quede por jugar. Una especie de recinto con buena acústica. Absolutamente lejos de ser amurallado. De ninguna manera cerrado, pues. En ella han de jugar nuestros conceptos de Adoctrinar, por no decir ya inculcar, el de Convicción y el que ahora nos ocupa traído de la mano y la voz de mi amigo P. : Manipular. Traído aquí sin vacilación pero con suma cautela. Con el cuidado de colocar silencios con palabras entre palabras lo mejor que nos sea posible. Aireadas, esas, con ese hálito que llamamos Pensamiento, el propio, el particular, el de cada cual (eso tan valioso y tan enormemente menospreciado). Se trata, en el fondo, de formarnos… convicciones

¿A qué nos referimos aquí cuando decimos manipulación? A una tergiversación efectuada en esa totalidad: la de medios y fines. Esa es la tergiversación, la que consiste en invertir en esa totalidad su polaridad. Otorgando a los medios dignidad de fines y a los fines, que somos cada uno de nosotros confiriéndonos la indignidad de meros medios utilizables y finalmente, o según conveniencia ajena o propia aunque alienada, desechables. Ahí tenemos en lo que consiste la Manipulación.

¿Quién manipula? Nos, que tanto a los medios otorgamos, no en su necesidad que sí que nos son útiles y necesarios, sino que en su valor, que de ninguna manera tienen el de nuestra dignidad, no merecida sino que porque sí tenida (mejor, sida, porque sí), o, de lo contrario (posible, y notorio, también), perdida.

Ahí tenemos la silueta de lo que andamos buscando. La que delimita esta totalidad. Límite poroso y aireado más bien sonoro que no visual más allá del cual nada jugamos en esta serie de partidas. Límite abierto, como mucho con puertas solo entonadas. Recinto sonoro, si atendido. Contorno acústico donde escuchar. Dotado de contenido solo en la medida de la creatividad, de la creatividad de convicciones. Dentro, eso que contiene, medios y fines.

Nosotros los fines, que podemos adentrarnos y fuera, extra-nosotros, todo lo demás, lo producido por nosotros, con lo que nos damos o podemos darnos expresión, hacer y deshacer; también, pero, humillarnos tal como si ahí hubiera y fuéramos, en lo producido por nosotros, todo fin y finalidad de nosotros y cada cual de nosotros, de hecho, tan solo mero utensilio despreciable y después del uso, ya deshecho, desechable. Ahí, y de por vida, está en juego nuestra determinación. La que nadie puede tomar y llevar a cabo de manera sustitutoria.

Hay historia, personajes insignes y desarrollos filosóficos de esta sensibilidad, aunque tal vez siempre ha habido el testigo íntimo y personal del dolor y sufrimiento, callado, propio que el darnos trato de utensilio y objeto de usar y tirar nos haya infligido.

Tenemos ya dispuesto nuestro próximo lance en el juego.

ADOCTRINAR XXIX

Manipulación. ¿A qué manipulación nos referimos o a que nos referimos cuando en estas partidas nos referimos a manipulación?

Tengo en mente las objeciones de P. Considero también mis propias sospechas. Su oponente -a la manipulación me refiero- más firme es cualesquiera convicción que lo sea. De las que por ahora tenemos bien poca cosa. Tan solo su vocablo en el transparente anverso de ese tan movedizo ámbito, que suponemos sin cierre alguno, en donde Adoctrinar es, en todas sus diversidades y variantes, la acción y voz cantante fundamental.

Necesitamos para pensar cierta respuesta a la pregunta inicial de esta jugada, algún tipo de totalidad relativa, es decir relativa a nuestros propósitos. Relativa también en el sentido de no conclusa, no con cierre alguno, ni tampoco inamovible y estática; una totalidad sin deje de ningún absolutismo. Buscamos un perfil suficientemente flexible y versátil que acoja cuantas variantes puedan existir y aún generarse más, referidas a nuestras convicciones. Y a la vez tal perfil ha de tener la suficiente estabilidad como para no fluctuar a cada momento. Especialmente, ha de servirnos, para distinguir las “convicciones” que con Adoctrinar o Manipular puedan habérsenos colado, inculcado y alimentado como si de convicciones se tratase. Una cierta totalidad también, pues, en este sentido distintivo, con el que quepa, según el perfil que cada cual pueda formarse, distinguir manipulación de convicción. Es decir buscamos hacernos con ciertas líneas autodidactas -junto con tantas aportaciones como podamos recibir o percibir- con que poder despejarnos aparentes convicciones que puedan ser en realidad no otra cosa que incrustados empecinamientos mediados manipulativamente, jamás pasados, por hora, por el propio y personal tamiz. Y trazos de una cierta totalidad también, en definitiva, para aclararnos si ciertas inculcaciones puedan sernos abordadas y extraídas para propiciar la emergencia de auténticas convicciones. Claro que esto último no puede ser más que desincrustando, mediante personal consideración, adherencias que obstruyan nuestros deseos más inmediatos de lo concreto y precisamente mejor.

Pensar es desincrustar, poner distancia y separación suficiente para poder incrementar, por disolución o anulación de ciertas adhesiones, nuestra libertad en lo que, nocivamente, nos ocupa y obstruye. Nos disponemos, por tanto, entre mi amigo oponente P y yo a detectar ese contorno, sin cierre definitivo, de nuestro tamiz, con el cual poder distinguir.

Que se logre o no pertenece a la intriga de nuestro juego.

ADOCTRINAR XXVIII

Dimos la vuelta a nuestro delgado tablero de juego. Sabemos que es transparente. Estamos en la zona de Convicción. Cara opuesta a la Manipulación. En ésta, Manipulación, como en el resto de su plano (Inculcación), aparece un amasijo de líneas más o menos tupido y embrollado. Todas ellas son impresiones que representan y aún inspiran los acciones de Adoctrinar. Por ser transparente nuestro inmediato soporte de juego parece que tales líneas también sean las de Convicción, sobretodo aquellas transparentadas como más despejadas, claras y distintas entre ellas. Nada más alejado de la realidad. El plano de Convicción está, en enorme medida, por delinear. Claro que podemos observar aquí y allá algún que otro punto y algún que otro trazo firme, hechos de y con convicción, pero la extensísima superficie que suponemos aparece, si no nos dejamos engañar, casi por completo yerma. Y ahí, en este, en realidad, vacío de apariencia repleta, es donde tiene continuidad nuestro juego.

Donde, o si, la manipulación es máxima, la convicción es mínima. Y en nuestro juego podemos imaginar a tal distancia entre Manipulación y Convicción como siendo absoluta, aún sea la extrema delgadez de nuestro tapete. Pues así apuesta mi amigo de juego. Recordemos: La manipulación es tal que todos y cada uno lo estamos, de manipulados; y tal Manipulación ejerce un enorme poder que nos maniata el cuerpo (orientados todos hacía un solo punto y nimio horizonte) y amordaza el alma; no hay acción, pensamiento, sentimiento y expresión verbal o escrita que no le brinde incondicional sumisión y además envueltos estamos en círculos luminosos manejados, combinados y extendidos a las mil maravillas siendo de esta manera todo luz y ofuscadora claridad.

No olvido -y he recogido- de P sus objeciones. Efectivamente, una convicción que ahora lo es y acto seguido deja de serlo, parece al menos caer bajo la muy seria sospecha de que jamás lo ha sido. Sin embargo una inflexible convicción cuasi eterna o eterna del todo y jamás quebrantable, hecha de una vez para siempre jamás, no escapa menos a la oscura penumbra de la sospecha de que lo sea. No es precisamente la invariabilidad nuestro terreno de juego vital y existencial (ni en la histórico, ni en lo biográfico, tampoco en nuestro juego). Y lo que refiere como nada adecuada, la actitud de impaciencia mía para la gestación de convicciones; tiene en eso, me parece también a mí, completa razón. Pero aquí mi amigo contrincante le resonaron, de mis palabras, una más que otra. Tanto que poco escuchó a la “cautela” con la que ahora debemos proceder en las partidas que nos queden por jugar.

ADOCTRINAR XXVII

Siempre, esas formaciones [de convicciones], [habrán de ser] a la manera de un urdido transitoriamente válido y presto a nuevas realizaciones por y para el querer humano”. En ésto dicho en la anterior jugada palpitó el primer escollo detectado por mi amigo contrincante en el juego. Él jugó, de suyo, la siguiente carta:

“Pues se me hace no poco difícil escuchar, en eso de “transitoriamente válido” y algo menos difícil de prestarle oídos a “presto para nuevas realizaciones”, algo que tenga relación con convicción alguna o con la convicción en general. Por muy críticos que queramos –o sobretodo nos convenga- ser, una convicción que ahora lo es e inmediatamente después, pasados unos instantes, deje de serlo (como válida); creo que de ninguna manera puede denominarse convicción. Y a esta impaciencia por renovarlas, creo que tampoco corresponde con la adecuada actitud generadora y mantenedora de convicciones que de suyo habrían de gozar de estabilidad para ser efectivamente válidas. Y para rematarlo todo sentencias que ello, transitoriedad y prontitud sino precipitación, siempre es y ha de ser así lo referido a una u otra convicción. A mí me sale que tales convicciones no lo son, o si te parece, tal vez lo son y no lo son, al mismo tiempo. Diría que te cargas, en eso, el principio de contradicción y así, en lo práctico, se comulgaría con y en lo imposible, a quien en tal embrollo se liase ”.

Ni que decir tiene que tal escucha sería tomada por mí para mejor afinar la presente jugada y así elaborar una buena, o al menos aceptable, respuesta.

ADOCTRINAR XXVI

Finalmente en la anterior jornada convenimos, primero, en la posibilidad de seguir con nuestras jugadas. Luego, efectivamente, decidimos continuarlas.

Hemos dado la vuelta al tablero. Faltaba por decir que éste es transparente. Lo que hace difícil jugar sobre esta otra cara, la cara de la Convicción. Es fácil confundirnos en el área de lo socialmente delineado en el anverso de nuestro tablero, a saber: Inculcación y manipulación. Pues pudiera parecer que cuanto consta en adoctrinar (manipular + inculcar) fuese no otra cosa que pura convicción.

Ahora habremos de movernos con suma cautela para no dejarnos confundir. El más amplio ámbito de Convicción está por ser urdido, pues éstas, las convicciones, han de ser, aún en gran medida formadas, por no otros que nosotros mismos en particular (yo, tú, él, nosotros…) en éste nuestro mundo global, regido imperiosamente por los Ecónomos predominantemente laicos al parecer, sin dejar de incluir a los no laicos. Recordemos nuestro más que posible sistema totalitario, que como tal se pretende en él reducir a nada nuestra capacidad de formarnos convicciones. Al menos, al dar la vuelta a nuestro tapete de juego, sabemos que no hemos de jugar las cartas que se usan para adoctrinar. No tenemos, aquí, líneas de acción, ni de fuerza preestablecidas, aquí en esta zona, la de Convicción. Habrá que jugárselas. Aunque sí sabemos, por experiencia, que convicciones sin acciones, a lo sumo, son continentes inconexos de buenas palabras, tal vez bonitas incluso aunque completamente hueras.

No sabemos como y cuales son los contornos y las líneas principales de lo que ahora nos disponemos a jugar. A eso jugamos ahora: A atender como delineamos en Convicción. La superficie de nuestro tablero está, si no nos dejamos confundir por lo aparente, con muy escasos puntos dispersos aquí y allá. Puntos que habrán de ser relacionados con grafías, orientadas por el pensamiento, que habrán de re-clamar, ya mientras las vayamos configurando, sus correspondientes áreas acción personal.

Una vez más. Atención a lo aparente. Sobre la cara de nuestro tablero que ahora nos toca jugar y por virtud de su transparencia, aparece repleta de formalismos que son del anverso (todos hechos a base del verbo adoctrinar). Son, por su revés, lo simétrico correspondientes a Adoctrinar y de ninguna manera a Convicciones. Ésas, dada su escasez en cualquier régimen totalitario, están en gran medida por formar. Siempre, esas formaciones, a la manera de un urdido transitoriamente válido y presto a nuevas realizaciones por y para el querer humano. Nuestra formación previa al respecto debe estar altamente deteriorada, dado que -hay serias sospechas de ello- andamos en uno de esos sistemas, tan totalitario que para más inri es, cada vez más, mundial.

ADOCTRINAR XXV


En la anterior jornada, pasada la medianoche, nos venció el sueño, que sorprendió nuestro estado de vigilia, el más conveniente para la prevención, detección y posterior remedio -no hay ni habrá, pero, vacuna alguna- para el adoctrinamiento que pueda habitarnos (inculcaciones) y el que podamos habitar entre tantos medios a tal fin tan bien dispuestos (manipulaciones). También he de decir que el letargo fue mínimo. Desperezándonos la tímida luz del alba que se filtraba por algunas rendijas reanudamos la partida. De tal manera:

“Pues sabes Joan, -me dijo P- si tal es el panorama que nos queda representado en este tablero, lo mejor fuera abandonar ya la partida; pues, juguemos las cartas que juguemos éstas no pueden ir a parar más que a un terreno o a otro. O a al plano de la inculcación o al de la manipulación. Y dado que ambos comprenden a la acción total y siempre creciente y renovada, nunca abarcada del todo, de adoctrinar, entonces no podemos hacer otra cosa mejor que, cada uno de nosotros tres y en representación de cuantos hayan querido acompañarnos en nuestras jugadas, recoger, los tres, nuestras respectivas cartas. Las que refieren a la inculcación, es decir lo defendido por J (todos estamos adoctrinados y de ello no hay quien ni qué que nos salve de ello), habrán de ser recogidas por él; y todos los palos de que yo dispongo, todos referidos a la manipulación, ya ni tan siquiera hace falta que los ponga a jugar, lo mejor será que los devuelva a su estuche”.

A lo que respondí: “¿Y yo, debo hacer lo mismo con mis cartas?, Mira, a nuestro tablero, que en realidad, como sabes, no es otro que, desplegado, el mantel que envuelve nuestro corazón y pensamiento, hay que darle la vuelta y allegar nuestro oído a su reverso; aún más inmenso, si cabe, que el anverso mostrado solo en parte, ya que se pierde en lo abierto. En esta otra cara, ¿qué crees tu que habría de aparecer? Si más no al menos una inscripción, tal vez tenue como una marca de agua y de no darle cuidado deleble como una marca de estilete en la arena lamida por las ondas marinas. Una inscripción tan solo. Grafías de un vocablo que habría de poder ser referido a tantas veces como múltiplos, sentimientos y pensamientos, de cuantos humanos habitamos la Tierra y ello mientras dure la sucesión de generaciones. Oirás suave, a veces firme a veces vacilante, el susurro del término aquí, en la otra cara de nuestro tablero que ahora vamos a darle la vuelta, ese: Convicción, que juntas y por advenir, nuestras y solo nuestras convicciones, son, todas, toda otra cosa, encontradas, que adoctrinar. ¿ Te parece todavía que debemos concluir nuestro juego?”.